jueves, 8 de julio de 2010

…Y dio nombre el Tecolote/ a sus maniobras tecolotescas

Juan Carlos Lemus


El Tecolote Ramírez Amaya mira desde la rama de un árbol hacia la hoja en blanco. Es un ave rapaz con tinta entre las venas; la tinta le destila, gota por gota, por la punta de sus garras. Pronto se dejará caer con decisión y con admirable destreza; embestirá contra la blancura del papel para ensartarle su trazo. Líneas directas y seguras concebirán la yema de un dedo, la uña, el guante desatado, los ojales del guante, otros dedos y otras uñas…
Y una mano cobrará vida.
Y ocho manos cobrarán vida.

Y a sus ocho monstruos nombró Victoria, Figa, Leonardo, Disparo, Medio, Índice, Vaginal y Cornudo.

Tan bellas bestias jamás pudo la ciencia insuflar de tanta semiología como lo hizo ave tan rapaz.
Regordetas, aparecieron, una a una, por los cuatro costados de cada hoja.

A Índice fue dado el don de la creación. Bien lo comprendió Leonardo, por eso tuvo el privilegio de ser mencionado por Ramírez Amaya en esta muestra suya, titulada Maniobras Tecolotescas.

A Índice le fue concedida la Creación, pero también la maldita costumbre de señalar a los demás. E igualmente es el dedo rector que tiene la facultad de amenazar al amparo del disparo.

Ciertamente, Índice apunta la ruta que debe seguirse, encañonando y dictando órdenes, pero en el horizonte aparece la resistencia: Victoria, que se aposta frente a los tanques. Y con sus dedos restantes cubriéndole el pecho, Victoria se yergue, osada, desamparada quizás, pero repeliendo con sus mensajes victoriosos la ira de las pistolas.
Victoria es como la tregua buscada en medio de una guerra, o como la bandera blanca levantada en medio de los embates caseros donde se somatan las sartenes.
La siempre amiga Victoria se pronuncia alzándose con la candidez de un capturado cuando es llevado entre la jaula de un camión del ejército. Victoria ganó –o al menos quiso ganar- la guerra. Sesentera y sesentona, es la única mano dibujada en traje de pijama, al estilo de la psicodelia, que se bifurca con soberbia intrepidez.

Y también poblaron con gloria
A la hoja en blanco,
Dos dedos medios; el uno, nombrado Vaginal,
Que se usa para brindar retozo a la vulva
Para ceñir en su frente la corona anal,
Y para el recreo de pequeños y grandes clítoris.
El otro, llamado Medio, fue puesto para injuriar a los hombres.

Vaginal es la mano dadora de placeres que moja de lujuria al mundo. Con su postura de corvo crispado, Vaginal enciende con su dedo medio las perennes llamas de la feliz fornicación.
Bendito
Y alabado
Seas Tecolote
Por traer a la mesa a la dichosa Vaginal; esa sana alegría de pobres y ricos; meticuloso recurso de los impotentes que con sus manos crean oleadas de gozo; amiga de hombres que elevan la V de la victoria y redentora capaz de frenar la ira de las pistolas.

Mas así como la noche tiene su día, y así como una misma moneda tiene sus dos caras, de igual manera, Medio sale de la nocturna cueva donde lo abriga Vaginal y se alza en lo alto para vomitar injurias. La ofensa será para quienes reciban la rectitud del dedo que propone ser hundido en el ano del adversario, mas ya no a la manera de los deleites exigidos por Vaginal, sino en grosera penetración anal como lo indica Medio, El Soberbio.


Ramírez Amaya circunda la semiótica y la sociología grabadas en los gestos de las manos. Su reciente creación emana de un núcleo siempre revelador en él: las manos, motivo recurrente a lo largo de su espléndida trayectoria. Este artista, –uno de los más imponentes de Latinoamérica– honra con su muestra Maniobras Tecolotescas el inicio de esta nueva galería de arte, El Carmen.

Son veinte carpetas, con ocho serigrafías cada una, diligentemente reproducidas en el Taller de Experimentación Gráfica de La Torana. La edición estuvo al cuidado de Érick Menchú, Marlov Barrios y Mario Santizo.


Hasta el momento, hemos convocado la furia y cuitas de algunas de las manos engendradas, así que justo es dedicar unas líneas a Cornudo.

Tal figura es un espectro cernido encima del mundo. Con sus dedos meñique e índice hace que la mano luzca como una condenada por el Santo Oficio.
(El meñique, por cierto, es un dedo pasivo en estos santos tratados del Tecolote, y cuando actúa lo hace para exhibir el dolor de Cornudo. Otros dedos están decididamente ubicados en sus puestos de batalla: Índice y Medio toman partido en la paz, la lujuria y la guerra; también el dedo pulgar está definido en la línea de ataque, como veremos enseguida, pero meñique –al igual que anular– es como un anulado actor; sin embargo, su función es semejante a la de los minerales en toda la Creación: no se mueven, pero refuerzan las vigas que fluyen de los guantes Tecolotescos). Cornudo, decía, tiene el aspecto de un condenado; es delator de alguna victoria vaginal perdida.

Figa, la de la flecha pulgar al centro, tiene una función altamente expresiva. Por ejemplo, quienes quisieron entrar a Vaginal un mal día, se encontraron con Figa; cuando Victoria creyó que había triunfado en la guerra, se encontró con Figa; los pobres de Latinoamérica, como respuesta a sus carencias, encuentran a Figa. Esta mano es el diccionario de la negación. Es la respuesta que encontró el hombre que quiso llegar a Marte.


…Y todos los monstruos que poblaron las hojas en blanco fueron creados para propagar un mensaje.
Y tuvieron voz, aunque no tuvieron boca. Llenaron al mundo de Buenas Nuevas con solo sus gestos, pues una imagen tiene más claridad que mil palabras.

Acerca de su creador, alguna vez escribí algo que hoy quiero repetir:

Ramírez Amaya es el octavo pecado capital. Encarna los otros siete pecados conocidos durante sus días de quietud, cuando permanece en estado de gracia.

Añado que esta vez circunvuela engendrando ocho maniobras tan certeras como poéticas, y tan nerviosamente metafísicas como emocionantes.